Hace tiempo escribí algo sobre la austeridad «forzosa» a la que nos obliga una crisis económica o la crisis permanente que suponen los muchos hijos, y de cómo esa austeridad abría una puerta a la libertad haciéndonos desprendidos de tantas cosas que no necesitamosy que nos atan a las modas, a la propia imagen y a nosotros mismos.
Y ahora, un tiempo después y con la crisis económica endurecida y más hijos, esa austeridad se va haciendo mayor, más necesaria y más «forzosa»; y dentro de la preocupación inevitable y cierta inquietud como padres de familia numerosa, al mirar sinceramente hacia dentro sólo vemos una enorme riqueza que crece cada día.
Hace poco alguien muy cercano me reprochaba que al tener tantos hijos y más bien pocos recursos estaba condenando a mis hijos a un futuro sin perspectivas ni oportunidades. Y es verdad que no tienen clases particulares ni van a academias de idiomas, tampoco pueden ir a esquiar ni han podido aprender a jugar al tenis, que me hubiese encantado, pero esas cosas se suplen y a cambio hacemos montones de excursiones a la montaña, unas veces andando y otras en bici, su padre les ha enseñado a patinar y se los lleva a hacer larguísimos recorridos, aprenden inglés en casa y a tocar la guitarra. Pero todo eso no deja de ser anecdótico, lo más importante es que son ellos mismos los que se enseñan unos a otros a ser responsables, generosos y disciplinados, a darse a los demás, a sonreír y a soportar con alegría los defectos y las carencias de los demás; es en su propia familia donde están aprendiendo el verdadero valor de las cosas, a prescindir de casi todo y a disfrutar con cada una de esas pequeñas cosas que sí tienen. Ésas son sus oportunidades y sus perspectivas de futuro y si eso no les garantiza un despunte económico, social y laboral, seguramente sí les garantice un corazón grande y alegre. Y serán ricos de verdad.
Leonor Tamayo